Es normal no estar feliz cuando se convive con una enfermedad. Cuanto más si hablamos de una enfermedad que puede ser tan prolongada en el tiempo.

El agotamiento y la frustración son sentimientos habituales.

¿Que podemos hacer en estos momentos?

Permitirnos vivir estas emociones y ponerlas de manifiesto puede ayudarnos a disminuir la carga. Reconocer que no estamos en plena forma física, que estamos al límite, agobiados, con ansiedad, hastiados o incluso que sentimos rabia nos permiten tener un sistema inmunológico emocional en buen estado.

Exteriorizar tus emociones te libera

Ser indulgentes y compasivos con nosotros mismos, permitirnos mostrar nuestras emociones, tanto las buenas como las malas, aumentan nuestra fortaleza mental.

Esta fuerza, entendida como la capacidad de resistencia, es variable. Lo ideal es trabajar la aceptación, y preguntarte, ¿Qué puedo hacer yo ahora para sostener esta adversidad a la que me enfrento? ¿Qué puedo dar yo ahora mismo? Esto nos ayudará a conocernos a nosotros, conocer nuestros límites, marcar objetivos que sean alcanzables, no saturarnos, pedir ayuda, crecer y conocer recursos personales que pueden mejorar.

Si quieres trabajar esos recursos, no dudes en ponerte en contacto con nosotros en:

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